jueves, 6 de mayo de 2010

EL TREN. EL EXPOLIO NAZI



Hemos visto tanto cine que a veces nos desilusiona. Me da la sensación al revisar El Tren (de John Frankenheimer, 1964), película interpretada por Burt Lancaster, Jeanne Moreau y Albert Rémy, que las películas ya no son lo que eran. La historia enlaza de tal forma con la aventura que las secuencias invaden nuestros sentidos, haciéndonos viajar a París y luego, por una vía de tren, a nuestro propio mundo. Es así como el cine nos embelesa, nos embauca y nos hipnotiza haciéndonos creer que somos  el protagonista, en una suerte de perceptor-intérprete.

El filme  recoge un episodio sobre el expolio artístico que Alemania sometió a Francia a finales de la Segunda Guerra Mundial,  basado en el libro Le front de l´Art de Rose Valland. Esta valiente mujer era la responsable del museo Jeu de Paume, lugar donde se almacenaban las obras de arte que los alemanes habían saqueado de museos y colecciones privadas de Francia (la mayoría de judíos) antes de su traslado a Alemania.

Diecisiete días tardó Alemania en vencer la resistencia del ejército francés y desfilar por los emblemáticos Campos Elíseos para mostrar al mundo su conquista. La resistencia provoca la salvación de unas obras de arte que considera parte del orgullo nacional. Uno de los últimos envíos de los alemanes por tren contiene cajas de embalaje con obras de “arte degenerado” de Picasso, Matisse, Cezanne, Monet, Degas, Gauguin, Klee... *

Qué trepidante. Qué no se rompan las cajas, por favor.



EL CINE YA NO EXISTE.


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*Desde que Adolf Hitler, pintor frustrado, se hizo con París casi sin resistencia el 14 de junio de 1940, tuvo el propósito de vaciar de arte la capital francesa, esquilmarla, desvalijarla metódica, meticulosamente, saquearla a conciencia tomándose todo el tiempo que hiciera falta. De este modo, el irrepetible tesoro artístico francés pasaría a ser la orgullosa colección de arte del Reich. Para ello, Hitler creó un intrincado aparato burocrático dirigido por Kurt Von Behr, que rendía cuentas directamente con Hermann Göring, con la finalidad de organizar una labor sistemática de expolio que se prolongaría durante años y que incluiría, ya desde 1940, una red clandestina de fuga para obras y traficantes de ellas que permitiera sacarlas de Francia al margen de la suerte de la guerra. En apenas tres años, de abril de 1941 a julio de 1944, casi ciento cuarenta trenes especiales partieron desde París hacia Alemania o hacia los países pantalla para el robo organizado (Suiza, España, Portugal, Suecia, el Vaticano…) más de cinco mil cajas y arcones repletos de objetos artísticos de todo tipo.

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